La joya de la familia: Bushmills 21 años

¿Sabían que solo el 5% del whisky en el mundo llega a los 21 años? Esto se debe a que el proceso de añejamiento es mucho más complejo de lo que podemos imaginar. No es una ciencia exacta, ya que cada líquido es diferente y cada barrica se comporta de manera distinta.

Aquí es donde Hellen Mulholland, nuestra Master Blender, hace su magia. Su labor consiste en catar los whiskies contenidos en las barricas cada 6 meses para monitorear su evolución en la madera. No todos los whiskies pueden lograr cumplir las dos décadas, es por lo que se considera uno de los líquidos más preciados.

El complejo proceso de elaboración de un Bushmills 21 años

En el proceso de añejamiento, el whiskey interactúa con la madera adoptando los taninos y sus notas. Esto puede afectar de manera positiva al whiskey, pero cada año se incrementa el riesgo de que el contenido de la barrica no evolucione de la manera correcta. No se trata de hacer un whiskey de 21 años, se trata de extraer el whiskey de la barrica cuando este llega a su mejor expresión.

Por otra parte, opera el proceso oxidativo que implica la oxigenación del líquido con el aire contenido dentro de la barrica. Contra más tiempo más meloso, pero también contra más tiempo más evaporación.

Se calcula que en las frías tierras del norte de Irlanda la evaporación es del 3% anual. También conocido como el “Angel’s share” o impuesto de los ángeles, este fenómeno implica que después de 21 años se ha perdido aproximadamente el 50% del contenido de la barrica.

Añadamos un grado de complejidad, Bushmills 21 años se añeja 19 años en barricas de roble blanco americano ex bourbon y roble europeo ex jerez. A continuación, estos líquidos son combinados en barricas de Madeira y añejados por más de 2 años extra. El resultado es uno de los mejores Single Malt que el mundo haya conocido. En 2013 Bushmills 21 años fue reconocido como el The Best Irish Single Malt Whiskey por los World Whiskies Awards.

Las barricas de Madeira, además de ser extremadamente difíciles de encontrar, son poco conocidas en el mundo del whisky. Tienen una aportación extraordinaria, ya que envuelven al whisky de sutiles notas de chocolate, café, frutos rojos, nueces y avellanas, es un postre por sí solo. A la vista es de un color rojo cobrizo, untuoso como la miel. Su aroma es dulce y redondo, especiado y con sutiles notas de cáscara de naranja. En boca encontramos frutos secos, roble, pasas, chocolates, nueces y licor dulce. Tal y como les decíamos, un postre.

Recomendamos disfrutarlo solo, como vino al mundo. Permitirse disfrutarlo solo es sin duda uno de los más placenteros regalos para nuestro paladar. Combina con platos condimentados como el mole, pero también al momento del postre o con un chocolate amargo.  El perfecto acompañante para una tarde de lluvia frente a la chimenea.

¡Sláinte!