En nuestra publicación anterior, vimos cuáles eran los elementos indispensables para poder organizar tu propia cata de whiskey. Sin embargo, es imprescindible conocer el paso a paso de la experiencia para poder dirigirla de la manera adecuada.
Entendamos primero que una cata es en realidad un viaje sensorial que pasa primero por la vista, seguido del olfato y terminando por el gusto, aunque también involucra el tacto.
Aprende a identificar las características de un whisky irlandés
Si ya tienes tu copa servida podemos empezar. En primer lugar, sostén la copa al nivel de tus ojos, idealmente con un fondo blanco, y fíjate en el color. ¿Es claro con destellos dorados? ¿Oscuro cobrizo?
El color del whisky puede darnos mucha información sobre el destilado, pero tendemos a confundirnos. Aunque solemos pensar que un whisky es oscuro porque es muy añejo la realidad es que su color nos habla del tipo de barrica en el que estuvo madurando, pero no aporta mucha información sobre el tiempo de reposo.
Por ejemplo, un whisky añejado 12 años en barricas de jerez será mucho más oscuro que un whisky añejado 12 años en barricas de bourbon, sin embargo, ambos pasaron exactamente el mismo tiempo en barrica. La cantidad de usos de la barrica también afectará más o menos el color de nuestro líquido. Existen grandes whiskies añejados entre 15 y 20 años que son prácticamente transparentes, pero que fueron añejados en barricas de roble blanco de tercer o cuarto uso.
En conclusión, el color no es un indicador de calidad cómo tampoco lo es de añejamiento, pero sí es un indicador de procedencia del embarricado.
Ahora hablemos de la textura de nuestro whisky. Para ello basta con inclinar la copa unos 45 grados y volver a enderezarla. ¿Ves ese arco que se forma? ¿Del que de pronto se desprenden unas gotas y que descienden por el interior de la copa? Estás observando el lagrimeo. Cuanto más lento, más meloso es el whisky.
Está melosidad nos habla del proceso de oxidación del whisky en la barrica. Cuanto más tiempo pasa un whisky en barrica, mayor oxidación y contra mayor oxidación mayor densidad. Ahora ya sabes cómo identificar si un whisky ha pasado mucho tiempo en barrica o no.
Con la practica el simple hecho de ver el whisky brillar en la copa despierta nuestros dos otros sentidos implicados en el “difícil” ejercicio de la cata.
Vamos a olerlo, para ello lleva tu copa a unos pocos centímetros de tu nariz, deja que los aromas lleguen a tu nariz, no trates de inhalarlo ya que la graduación alcohólica opacará la esencia del whisky. Si quieres puedes cerrar los ojos y dejar que esos aromas te inspiren palabras o imágenes. ¿Qué es lo que identificas? Miel, vainilla, caramelo… ¡Bien! ¿Fruta fresca, cómo manzana verde y pera? ¿O tal vez sea fruta más madura cómo higo, durazno, o dátil? Lo importante aquí es lo que tu sientes.
No hay una respuesta adecuada para la cata, es un aspecto perceptivo y apreciativo y cada quién tiene su propio repertorio de aromas y sabores, al igual que cada quién tiene su sensibilidad.
Se trata simplemente de disfrutar y dejarse seducir por esos aromas que se liberan de la copa y con los que nos gusta jugar a identificarlos. Probablemente el repertorio aromático de un mexicano sea muy distinto al de un irlandés. Por lo que, si tu encuentras que en el whisky hay notas cítricas de xoconostle, probablemente tengas razón, simplemente un irlandés no sabrá a lo que te refieres y él identifique limón verde y lima.
Por último, vamos a probarlo. La boca es la última etapa de la cata y también las más placentera ya que se combinan aromas y sabores, pero también la textura.
Nuestra recomendación es observar dos momentos en esta etapa.
La primera mojarse los labios y la lengua con el destilado, esperar unos segundos y dejarse llevar por las sensaciones antes de pasarlo, sentirás dulzor y las especias del whisky.
La segunda será pasarlo y nuevamente sentir que ocurre en nuestro pecho y garganta. Nuestra lengua puede identificar si el whisky es dulce, salado, ácido o amargo; para cada uno de los sabores nuestro cerebro aportará asociaciones para que podamos ponerle nombre y apellido a lo que identificamos.
Al final, una vez que hemos vivido la experiencia, hay que evaluar si las sensaciones que experimentamos son de nuestro agrado o no. Solo así podemos encaminarnos hacia el encuentro de “nuestro” whisky.