Bushmills, el original whiskey Single Malt

La mitología y la historia de Irlanda suelen girar en torno de personajes fuertes, combativos y rebeldes. Se dice que esta isla suele ser más húmeda y salvaje que el resto de sus vecinos, pero también que es dueña de una extraordinaria belleza, de montañas, ríos de aguas puras y paisajes verdes por doquier. Una tierra de santos, alquimistas, escritores, eruditos, gente afable y mucha malta.

Las maltas irlandesas poseen no sólo una suavidad única, otorgada por su triple destilación en pot still tradicional, sino que han forjado su personalidad con base en la elegancia, la profundidad de sus matices, y la complejidad de sus aromas. En Irlanda se ha elaborado whiskey durante más tiempo que en ningún otro país, y el paciente perfeccionamiento de este arte ha resurgido en nuestros días como una industria fuerte e innovadora, que busca destacar los atributos únicos de la isla pero también la creatividad particular de cada uno de sus destiladores.

Resulta habitual hoy día hablar de whisky escocés como referencia inmediata cuando pensamos en un Single Malt (whisky producido en una sola destilería utilizando únicamente cebada malteada); sin embargo, esto no siempre ha sido así.

El irlandés fue el whiskey más popular del mundo durante el siglo XIX. Con alrededor de cien destilerías en funcionamiento, la isla producía el destilado más vendido y el más aplaudido, y su calidad se consideraba superior a la del resto de whiskies, incluido el líquido producido por el vecino escocés. El siglo XX transcurrió entre guerras mundiales, guerras civiles, la prohibición y guerras comerciales que generaron inestabilidad política, depresión económica y malestar social, lo que provocó que el whiskey irlandés perdiera el dominio del mercado y que casi el total de sus destilerías cerraran sus puertas, sobreviviendo apenas un puñado de ellas.

La adversidad parece ser el motor que mueve a Irlanda y era sólo cuestión de tiempo para que el whiskey irlandés retomara de a poco el lugar en el mundo que siempre le ha correspondido.

Una nueva era para Bushmills

De 2010 a 2020 ha sido una década extraordinaria en donde las exportaciones han crecido un 140%, posicionando al whiskey irlandés como el destilado de mayor proyección y crecimiento a escala mundial. La base de este repunte parece acentuarse en el hecho de que Irlanda fija su atención en la innovación, en la destreza de sus destiladores y en sus procesos de maduración, a fin de producir expresiones que marquen diferencia y el mercado parece reconocerlo.

Los Single Malt de Bushmills son el más claro ejemplo. La destilería produce whiskey desde hace más de 400 años,y encuentra hoy sus mejores expresiones gracias al trabajo artesanal de las personas que lo producen, así como a la tradición de añejar sus whiskies en barricas de distinta procedencia, que otros productores en el resto del mundo están limitados para utilizar o que prefieren ignorar.

La capacidad de envejecer whiskey en maderas de acacia, cerezo o roble endémico irlandés o la de añadir propiedades organolépticas utilizando barricas de vino, de fortificados como el Oporto y de otros destilados como el coñac, hacen de sus maltas algunas de las propuestas más interesantes y mejor logradas de toda la industria.

Con el whiskey de malta como punta de lanza y de la mano de la pasión, el orgullo, y las ideas disruptivas de sus productores, así como de la avidez de sus nuevos consumidores por descubrir un mundo que estuvo a punto de perderse, Irlanda cuenta hoy con más de 35 destilerías en la isla.

Además de tener la posibilidad de seguir produciendo extraordinarias maltas, juegan con añejamientos diversos en maderas ajenas a la tradición, destilan granos malteados y sin maltear (como el single pot still) que aportan diversidad como el trigo, la avena o el centeno. Cuentan desde el 2014 con una Indicación Geográfica (GI) que protege su calidad en el mundo, e indicios claros de que no parará de crecer en los próximos años.

Todo esto apunta a un whiskey irlandés con un futuro efervescente y emocionante, con el que los amantes del whisky nos frotamos ya las manos.

¡Sláinte!